Rota, se camina igual

Me gusta porque no se le nota que está rota. Me contagia esa idea de que se puede ser feliz a pesar de tener un corazón despedazado. 

Yo sé que así lo tiene. Le falta una pieza de esas que nunca más va a encontrar. Ella va a vivir sin una parte para siempre. Con un corazón desarmado que nunca va a armarse de nuevo. Pero la piba se para igual. Se para y no se le nota que renguea. Sigue. 

Sigue jugando con esas piezas que le quedan, sabiendo que nunca más va a volver a tener el rompecabezas armado arriba de la mesa. 

Ella sigue caminando con ese vacío incrustado en el pecho. Sigue jugando con lo que le queda. Guarda el dolor de la pieza que le falta para otro momento. Ella se sigue parando. No está sanada No va a sanar. Lo sabe. Pero se para con esa fortaleza del que sabe que así es la vida. 

Ella ya entendió todo. Sabe que perdió la batalla. Lo sabe. Pero se ríe. Y a veces disfruta. Contagia la idea de que se puede. 

Que, aun rota, se puede si se quiere. Ella perdió justo lo que no te- nía que perder. De todas las cosas posibles, justo esa no tenía que perderla. Pero la perdió. Y le duele en el pecho y en la garganta. 

Extraña. No se agarra de nada que la distraiga de la verdad de saber que no está y que no va a volver. Pero ella sigue. A veces tropieza, pero cree que tropezar mirando al cielo siempre compensa. 

Sigue. No tiembla. Y entonces a mí, me gusta esa sonrisa en su cara. Me hace pensar que se puede. Me gusta ver que sigue con lo que tiene. Que no busca reemplazos.